El blog ha muerto, ¡larga vida al blog!
Desde finales del siglo pasado y durante la primera década del siglo XXI, cuando las masas aún recordaban (y usaban) acrónimos como IRC, MSN, ICQ, e incluso, BBS, surgió el blog (contracción de web log), un concepto de comunicación pública que se popularizó rápidamente hasta en las más oscuras y olvidadas esquinas de Internet.
El blog tenía como función ser una especie de diario personal en línea. Accesible por prácticamente cualquier otra persona. Muy diferente a las bitácoras o diarios privados escritos en papel, que tan celosamente guardaban escandalosos secretos dignos de excomuniones y/o aburridísimas nimiedades de la vida diaria del autor. La idea de escribir un diario público parecía paradójica al principio, pero aún así, la gente (el sector más joven, sobre todo) rápidamente aprendió que un diario público es un arma de dos filos, y que podría ser una excelente forma para alimentar el ego y obtener aceptación, y por lo tanto, la popularidad de los blog explotó.
Blogging has become such a mania that a new blog is being created every second of every minute of every hour of every day. –The Cult of the Amateur: How Today’s Internet Is Killing Our Culture, Andrew Keen.
Pronto, cualquiera tenía su propio blog, aunque no todos escribían en él. La idea de, en unos minutos, lograr ser un “escritor” que podría, tal vez, en algún momento, ser leído por alguien más que los maestros de español de secundaria era sumamente intoxicante e intelectualmente estimulante, sobre todo para adolescentes que sólo publicaban poemas deprimentes y las letras de sus canciones favoritas. El número de comentarios en cada publicación del blog era el nuevo índice de estatus social, profetizando el advenimiento de los likes de las redes sociales actuales. La cantidad de otros blogs que contenían un enlace al nuestro era el equivalente a los seguidores, amigos o suscriptores de hoy en día y obviamente llevaba nuestro ego a niveles antes insospechados.
Pero esto no era suficiente, pronto los bloggers necesitamos y exigimos más herramientas para alimentar nuestro creciente ego. Necesitábamos detalles específicos de qué tanto, y cómo, éramos consumidos por las masas lectoras. Se empezaron a crear rankings y contadores de visitas. Después pudimos saber detalles tan minúsculos como el país de origen del visitante, el navegador que utilizó, cuál enlace lo llevó a nuestro blog, cuáles eran nuestras publicaciones más populares, cuánto tiempo pasaban los visitantes en nuestro sitio, e incluso, en cuánto estaba valuado nuestro blog, esto último medido en dinero contante y sonante, intercambiable por productos y servicios.
Gracias a estas mediciones, los bloggers más populares poco a poco fueron separándose de los demás, y con esto nació un nuevo denominador: El Blogstar. Apareció una nueva clase alta social virtual. La profecía de Andy Warhol sobre los 15 minutos de fama empezaba a cumplirse.
El ser considerado blogstar por la auto-denominada blogósfera, llevó a estos individuos a alcanzar aún más fama. Era motivo de orgullo y presunción que un blogstar tuviera un enlace hacia nuestro blog. Pero, por supuesto, los blogstars sólo se linkeaban entre ellos. Para ser miembro de este club de élite virtual y etérea, uno no necesitaba importantes sumas de dinero, sino grandes sumas de lectores. Y, como todos sabemos, es parte de la naturaleza humana ver una acumulación de cualquier cosa, y tratar de convertirla, de alguna manera, en enormes sumas de dinero.
Así fue como muchos bloggers, en un intento de capitalizar sus creaciones literarias, convirtieron a sus blogs en templos de la publicidad. Algunos de los más populares blogstars incluso lograron llamar la atención de periódicos y revistas, que, en un giro bastante anacrónico, publicaban material de blogs en forma de columnas. También hubo algunos que llamaron la atención de casas editoriales y publicaron compendios de sus blogs en forma de libros. Aún no había consenso en la industria de los medios impresos sobre si el éxito de estos extraños autores aficionados representaba un aliado poderoso, un enemigo mortal o una moda fácilmente ignorable, pero entre tanto, y por si las dudas, buscaron capturar ese talento emergente.
Para otros bloggers, la emoción terminó tan súbitamente como comenzó. Algunos simplemente dejaron de escribir repentinamente y sin explicación, otros migraron a otra u otras redes sociales. Unos cuantos seguimos escribiendo, pero cada vez somos menos.
Hoy en día, encontrar un buen blog personal que sea actualizado regularmente y con contenido interesante es como encontrar un oasis en el desierto. Pero, como esta analogía, también es un hallazgo que realmente vale la pena. En mi caso, disfruto mucho más leyendo una publicación larga y bien pensada que leyendo únicamente un par de líneas sin contexto en alguna de las nuevas plataformas de microblogging, que parecen tan empedernidas en vendernos cosas y disminuir aún más nuestros lapsos de atención. Después de todo, uno no puede leer entre líneas cuando sólo hay una de ellas. Otras redes sociales actuales se centran en compartir contenido hecho por otras personas (mayormente imágenes), y no en generar contenido original. Es decir, hoy sólo estamos consumiendo y regurgitando el mismo contenido una y otra vez, sólo para que alguien lo consuma de nuevo y repita el proceso. La llegada de los video blogs (o vblogs, o vlogs) no ayudó, pues la mayoría de estos nuevos vloggers parecían más preocupados en transmitir una imagen de si mismos que alguna de sus ideas. A diferencia de la comunicación audiovisual, la comunicación escrita permite deshacernos de elementos que en ciertos entornos son innecesarios, como el sonido, la apariencia o el escenario, y nos permite una conexión mucho más directa e inalterada a la psique del autor. El hecho de que alguien haya invertido tiempo y neuronas (ya no se puede decir tinta) escribiendo una publicación me parece admirable, y es una verdadera lástima que más gente no lo haga. Gracias a publicaciones de ciertos blogs, he llegado a conocer a gente muy interesante, pero mejor aún, he llegado a conocer mucho más profundamente a personas que ya creía conocer. Un buen escrito permite conocer al autor en una forma sumamente íntima y personal, y, a mi parecer, suele ser incluso más enriquecedor y revelador que pasar tiempo con esa persona cara a cara en cualquier otra forma de interacción social.
Los blogs tal vez sean considerados passé y su comunidad no sea tan fuerte como alguna vez lo fue, pero realmente fue algo bueno que alcanzaran una popularidad tan elevada. Muchas personas descubrimos un talento y un amor por la escritura (y la lectura) que generalmente se mantiene muy oculto y es muy difícil de despertar.
Al abandonar los blogs, muchos autores decidieron no borrar su contenido. Tal vez haya sido por olvido o falta de interés, pero me gusta pensar que muchos lo hicieron para dejar constancia de una época en la que la gente disfrutaba de dedicarle tiempo a un escrito para compartirlo con literalmente todo el mundo y con generaciones futuras, y de hacerlo no sólo por ganar dinero o aceptación, sino sólo por el placer que produce el compartir conocimiento, una idea o una experiencia.